En unos Juegos muy especiales celebrados en Berlín, el velocista estadounidense de raza negra estableció cuatro medallas de oro en las pruebas más importantes del atletismo mundial, siendo ovacionado por 110.000 espectadores
Eran unos Juegos Olímpicos por demás especiales, esos que se celebraron en Berlín en el año 1936, en plena presidencia de Adolf Hitler. Este evento fue especialmente dedicado para demostrar el nacimiento de una nueva Alemania impulsada por el propio Führer, que ponía además grandes expectativas en que los atletas de su país ganen en todas las disciplinas.
La gran sorpresa, sobre todo para el mandamás alemán, la da James Cleveland Owens. El atleta de raza negra, norteamericano, más conocido como Jesse, marcaba un hito absoluto en las carreras de 100 y 200 metros, siendo parte además del relevo 4 x 100 y en el salto en largo.
En todas ellas, consigue la medalla de oro, siendo ovacionado por una multitud de 110.000 espectadores que estuvieron como testigos en el Estadio Olímpico de la ciudad anfitriona.
Por el contexto político y social de aquella Alemania, el hecho toma mayor trascendencia histórica, más allá de la faena deportiva en sí misma que igualmente le hubiese dado un mote de legendario a Owens.
La cosecha de las cuatro preseas fue igualada recién en 1984, por otro compatriota y denominado “El hijo del viento”, como fue Carl Lewis. Un año antes de la tremenda actuación olímpica, que dicho sea de paso no tuvo el saludo de Hitler a él como ganador, había logrado batir cuatro marcas mundiales en la Big Ten Conference en Michigan, en las mismas pruebas individuales ya mencionadas de los Juegos y además los 220 metros con vallas.
Jesse estuvo mucho tiempo en el anonimato mismo por haberse negado a ir con el equipo estadounidense a una gira por territorio europeo.
Después de muchos años, volvió a florecer como orador público, hablando ante convenciones de negocios, grupos juveniles y organizaciones cívicas, despertando las más profundas emociones en sus oyentes. Falleció en 1980, siendo víctima de un cáncer de pulmón.
Sus hazañas en Berlín son recordadas en la magnífica película que rodó Leni Riefenstahl de los Juegos de 1936
-ADN de Atletas-